martes, 4 de enero de 2011

Capítulo 2: Oh my...!

-No… puedo… creerlo!- chillé. Era tan bello. Candelabros y hermosas lámparas colgaban del techo de esa enorme recepción.
Había mucho movimiento, tal vez demasiado. Los recepcionistas estaban alborotados de gente, cientos de personas ibas y venían con sus pertenencias.
- Lo sé, lo sé.- dijo ella con un aire de suficiencia.- ¿Subimos?- añadió.
- ¡Claro que sí! No puedo esperar.-
Estaba realmente asombrada. Todo era tan perfecto, deslumbrante. Lizz se topó con unos cuantos conocidos, que me saludaron amablemente y me dieron la bienvenida al país.
Al llegar al apartamento, ella recordó que había olvidado algo en la recepción. Me prometió que tardaría unos pocos minutos, y luego se fue. Me pregunté que habría olvidado.
Admiré la entrada del apartamento, y luego me dispuse a inspeccionarlo. Entré, y no pude contener un grito de admiración. En pocas palabras, era el mayor apartamento que había visto en mi vida. Avancé hacia la sala de estar y noté que nuestras maletas estaban allí.
Noté un aroma extraño en la habitación. Que va, no era extraño. Simplemente no estaba acostumbrada a él. Era colonia… colonia de hombre. ¿Por qué Lizz usaba como aromatizante una colonia tan cara como la de Hugo Boss?
Ensimismada en mis pensamientos, caminé inconscientemente hacia la cocina, siguiendo el aroma. Salí del trance cuando escuché unos pasos que se acercaban. Antes de que lograra darme la vuelta, alguien me había tomado de los hombros y me había besado la mejilla de forma fraternal. El hermano de Lizz. Pero, ¿no se suponía que llegaría dos días mas tarde?
- ¿Acaso no estas sorprendida de verme? Me han dejado volver antes.- rió. Lentamente, me solté de su abraso y di la vuelta. Todo atisbo de alegría huyó del rostro del muchacho.- Tu no eres Lisa.
- Lo sé. Lo siento.- me disculpé.-La conocí en el avión. Me vio desamparada y se ofreció a hacerme un hueco en su apartamento. No me había contado que su hermano vivía aquí también.- añadí, sonriendo.
- Bueno señorita, mi nombre es Robert.- dijo, y me devolvió la sonrisa.- Tu debes ser…
- Josephine. Josephine Black.- le tendí la mano.
Él la tomó, y luego tiro de mí para darme un abrazo.
- De ahora en más, tendrás que acostumbrarte a esto.- dijo soltándome y riendo.- Seremos compañeros de apartamento.
- Claro, es verdad.- dije mirándolo.
No lo había observado fijamente antes. Era guapísimo. Sus ojos verde-azules eran líquidos como el caramelo, mientras que su sonrisa derretía como el calor derrite a la mantequilla. Su cabello era desigual y alborotado, de un rubio rojizo que resplandecía gracias a la luz que entraba por la ventana. Inconscientemente, bajé la mirada para admirar los tonificados músculos que sobresalían gracias a la ajustada camiseta que llevaba puesta.
Mm…- me miró de arriba abajo. Eso me hizo sentirme incómoda, pero yo había hecho lo mismo con él. Una sonrisa fugaz atravesó su rostro.- Supongo que Lizz esta “en la recepción”- añadió, haciendo comillas con sus dedos.
- Ella dijo eso.- admití, algo confundida.
- Lamento desilusionarte, pero ella fue a visitar a su novio.- dijo riéndose.- Vive un piso más abajo. Pronto se mudarán juntos.
Me quedé helada. Disimulé, y le pregunté con curiosidad:
- ¿Enserio?
- Eso presiento. Las cosas van bastante bien entre ellos. Es mi mejor amigo.- me dijo.
Oh. Entonces yo quedaría sola con este chico tan apuesto en el apartamento.
- Entonces, ¿porqué dijo la recepción?- reí.
- Ella utiliza esa excusa cuando va a… bueno…- dijo sintiéndose algo incómodo.
- Oh.- luego solté una carcajada demasiado estruendosa para mi gusto.
- Lo hecha mucho de menos.- se explicó. Algo en su mirada hizo que se me helara el corazón.
Le miré a los ojos de nuevo. Brillaban, como si estuviera pidiéndome algo. Deliberadamente, me tomó de la cintura y me estrechó contra él. Aspiré su perfume suavemente, imprimiéndolo en mi memoria para no olvidarlo. Cuando me soltó, tenía los ojos brillantes de excitación y las mejillas me ardían.
Tuve que respirar varias veces para calmarme, y luego me deje caer en uno de los sofás que había allí. Era lo más cercano que había estado de un hombre en dos años.
- ¿De que va esto?- le pregunté.
- Emm… en realidad no lo sé.- admitió, confundido. Sus mejillas se tornaron de un rojo brillante.- Quiero decir, nunca había abrazado a nadie que no fuera mi hermana desde que mi novia murió.
- Lo lamento.- hizo un gesto para quitarle importancia.- De veras. ¿Cuando sucedió esto?

- Dos años atrás.- balbuceó. Sentí como el color huía de mi rostro.- Ella trabajaba en Nueva York, en un restaurante. Ella estaba cerrando su jornada, cuando unos ladrones entraron y mataron a todos solamente por diversión.
No lograba responderle. ¿El había sido novio de Melanie? Ella era la única chica, aparte de mí, que trabajaba allí.
Se oyó el ruido de la puerta de entrada. Robert rió y se dirigió a la sala de estar.
- Srita Pattinson, ¿son estas horas de llegar?- dijo burlándose de su
hermana.

Capítulo 1: London


- Último llamado para los pasajeros del vuelo a Londres.- dijo la voz de una operadora.
Me levanté lentamente, tome mi equipaje y me dirigí hacía la entrada al avión. La azafata me deseo un muy feliz vuelo luego de comprobar mi pasaporte; yo solamente me limité a entrar.
Tardé unos pocos minutos en encontrar mi asiento, pues el avión estaba lleno y quedaban pocos espacios vacíos. Los pasajeros clavaron su vista en mí durante unos pocos segundos, para luego mostrar muecas de desaprobación y limitarse a cotillear con su compañero. Puede que la gente me reconociera, o fuera bastante arrogante para hablar acerca de mí, pero lo cierto es que carecía de importancia.
Los asientos eran muy cómodos, pero me sentía incapaz de conciliar el sueño. Los murmullos de los pasajeros me mantenían despierta e irritada. No podía permitirme mandarlos a callar, quedaría en ridículo total.
Luego me di cuenta de que los dos asientos de mis costados estaban vacíos. ¿Como era que en un avión repleto, solamente yo tuviera los asientos vacíos? Eso tenía que tener un porque, sin duda alguna.
Debería dejar de preocuparme y dormir pensé en mi fuero interno. Solamente callar y dormir.
A punto de dormirme, giré mi cabeza al ver que llegaba la azafata. En cuanto abrí la boca para decirle que no necesitaba nada, me encontré con una chica rubia.
-Josephine Black, ¿verdad?- me dijo la muchacha.- Me llamo Lisa, pero puedes decirme Lizzy.-añadió, y luego esbozó una auténtica sonrisa. Parecía amable.
-Mucho gusto. Puedes llamarme Jose.- le devolví la sonrisa.
- He notado que estás sola.- dijo mirando los asientos vacíos.- Yo también, ¿quieres acompañarme? Mi lugar esta en la parte de adelante.
¿Primera clase? Valla. Pensé. No puedo perderme ésta oportunidad.
Claro.- le respondí, tomando lo poco que traía encima.
-¿Te molesta si te llamo J?- me preguntó mientras caminábamos hasta los asientos. Negué con la cabeza.- Esta bien. Entonces, J, ¿Porqué tomaste el vuelo a Londres, teniendo algo tan glamoroso como Nueva York?
- Voy a mudarme a Londres.- le dije firmemente. Aquello la tomó por sorpresa.- Mi vida ya no puede continuar allí. Además, creo que un cambio de vida me vendría bastante bien.
- Pues, ¡felicidades! Creo.- dijo con una risita.- Yo vuelvo a mi hogar. Volé a Nueva York para visitar a mi hermano. El volverá dentro de dos días. Trabajo.- añadió.
- Oh.-
-Sí, lo se. ¿Escucha, ya tienes un apartamento en Londres?- me dijo.
- No, pensaba hospedarme en un Hotel hasta encontrar alguno. ¿Por qué?
- Pues…- dijo pensativa.- Mi apartamento es suficientemente grande para dos personas, tiene dos cuartos.- Añadió.- En fin, se que es muy apresurado ya que no nos conocemos. Pero te veo tan sola. Puedes rechazarlo si no quieres.
No tenía nada que perder. Además, ella parecía amable.
- ¿Por que no?- respondí con una sonrisa radiante.
Lizz y yo charlamos toda la tarde. Hablamos de nuestros pasatiempos, trabajos, amigos. También hablamos de chicos. Me contó que su hermano, llamado Robert, vivía en el mismo edificio que ella, ahora nosotras, vivíamos. Me pregunté si tendrían un parecido.
Al aterrizar, tomamos nuestras valijas y discutimos sobre la idea de ir a pie o tomar un taxi. Comenzó a llover, por lo tanto el taxi ganó. El viaje fue corto, simple y divertido. Lizz y yo congeniábamos muy bien. Teníamos prácticamente los mismos gustos, y amábamos trabajar.
- Aquí- le dijo al taxista. Le entregó un billete e hizo ademán de bajarse.-Hemos llegado.
Quedé asombrada. El edificio era altísimo, contaba con vallets y un portero muy distinguido. Simplemente, ver la entrada de ese lugar me había dejado boquiabierta.
- Te gusta, ¿verdad?- dijo Lizz con una sonrisa de suficiencia.
- ¡Claro que sí!- exclamé.- Rayos, ¿como diablos no iba a gustarme?
- Pues, prepárate para desmayarte.- rió mientras entrábamos al lujoso
edificio.

Prefacio

Toda mi vida soñé con ser alguien. Tener la vida perfecta, la familia perfecta. Pero las cosas no son siempre como en los cuentos de hadas.
Necesito irme de aquí lo más rápido posible. Olvidarme de todo lo sucedido, empezar desde cero.
Todavía no pude reponerme. Todo ha sido ridículamente fácil desde que salí del hospital. Mis padres me han dado todo lo que necesitaba, pero eso no es suficiente. Nada va a ayudarme; nunca me sobrepondré a la matanza, como le decían los periódicos. No quiero recordar el suceso.
Por el momento, quiero acostarme y dormir. Dormir sin sueños, es lo único que pido.